Por Agustin Peña Cruz | Noticiaspc.com.mx | Altamira, Tam.- En un giro político que está comenzando a reconfigurar el tablero partidista en el sur de Tamaulipas, la reciente toma de protesta de Fernando Pumarejo Armas como coordinador municipal del Partido Verde Ecologista de México (PVEM) en Altamira ha generado más preguntas que respuestas. El evento, llevado a cabo en un conocido hotel de la ciudad, no solo oficializó su liderazgo, sino que expuso abiertamente la porosidad de las líneas partidarias y la creciente simbiosis entre el Verde y Morena.
“Luz verde”, el nuevo eslogan promovido por el partido, fue repetido con entusiasmo durante la ceremonia. Sin embargo, más allá del mensaje optimista y movilizador, lo que capturó la atención de analistas y asistentes fue la notable presencia de regidores y simpatizantes identificados con Morena, entre ellos Bernardino Álvarez Cedillo, Ana Delia Zaleta Ávalos y Naivi Aracely Castillo Díaz. El acto, que en principio correspondía exclusivamente al PVEM, se convirtió en una vitrina pública del entrelazamiento táctico entre ambos partidos.
En entrevista posterior al evento, Pumarejo Armas no rehuyó el tema. Por el contrario, lo abordó con claridad: “Somos aliados, somos coalición y somos equipo, somos familia”, afirmó. Aunque subrayó que es “muy temprano para saber” si habrá una coalición municipal con Morena en 2027, sus palabras revelan un posicionamiento deliberado: el Verde no se limita a ocupar espacios de acompañamiento, sino que comienza a perfilarse como actor con aspiraciones propias.
Cuando se le preguntó sobre la posibilidad de que el PVEM encabece una candidatura a la gubernatura en 2028, Pumarejo fue cuidadoso pero no evasivo: “Todo es posible y estamos abiertos a trabajar”. La afirmación no es menor.
En un contexto donde el discurso oficial aún predica unidad, esta apertura sugiere que el Verde, históricamente visto como un partido satélite de mayorías, empieza a ensayar una narrativa de independencia política.
La línea estratégica inmediata, no obstante, es clara y pragmática: fortalecer la base. “Ya estamos por arrancar al 100% nuestra campaña de afiliación”, señaló Pumarejo, aunque admitió desconocer el número actual de militantes del Verde en Altamira.
Por otra parte, esta admisión revela una estructura todavía incipiente, que buscará legitimarse a través de la movilización territorial, y —muy posiblemente— con el respaldo indirecto de operadores provenientes de Morena.
La líder social Xóchitl Rangel, ex candidata a la alcaldía por el PVEM, también presente en la ceremonia, fue enfática al describir la escena como “digna de una fotografía”: una reunión del Verde con ambiente, símbolos y asistentes netamente guindas.
Dicho testimonio, más que anecdótico, condensa la ambigüedad de un momento político donde los límites ideológicos se desdibujan y las lealtades parecen negociables.
Este proceso se inscribe en una lógica más amplia. En Tamaulipas, los ciclos electorales venideros estarán marcados por realineamientos estratégicos.
Voces dentro de Morena ya sugieren el nacimiento de un nuevo partido, supuestamente impulsado por personajes de alto perfil del sur del estado.
Por otra parte, el Partido Verde se coloca como una bisagra con potencial: lo suficientemente cercano al poder para recibir respaldo, pero con la elasticidad política para redefinir alianzas.
Mientras tanto, queda por ver si la “luz verde” alude a un semáforo en movimiento o a una señal de autonomía. Por ahora, lo evidente es que Altamira se convierte en laboratorio de una nueva configuración política, donde los pactos tácitos valen tanto como las siglas oficiales